miércoles, 9 de febrero de 2011

Dos en uno.

Allí estaba él, sentado en ese café de la esquina, ese que está al lado de  la panadería que está enfrente del parque. Miraba se reloj con impaciencia, sus ojos delataban que quería que esas agujas fuesen más rápido, quizás por alguna razón importante o tal vez no. Estaba en una mesa junto a la pared, de espaldas a la puerta, pero eso parecía molestarle ya que se volvía para mirar hacia esta cada vez que levantaba la mirada de su reloj. Parecía nervioso, pero a la vez feliz, de vez en cuando sonreía mirando a la nada inmerso en sus pensamientos, unos pensamientos llenos de imágenes, recuerdos y, como no, de sonrisas. De pronto notó que alguien le abrazaba por detrás y seguidamente besó su mejilla, por lo que abandonó esa travesía que había comenzado hacía su subconsciente para volver a la realidad. Una realidad que poco a poco le gustaba cada vez más. Reconoció sus cálidos labios contra su mejilla, su olor a coco y su pelo el cual caía en su hombro. Entonces acarició sus brazos los cuales rodeaban su cuello, eran suaves, delicados. No lo dudó, era ella. Esa chica a la que llevaba esperando veinte largos minutos en ese café. Esa chica que le tenía atrapado, en un mundo lleno de colores y felicidad. Entonces se volvió, pero esta vez se levantó para estrecharla en sus brazos. Ella le sonrió mientras correspondía ese esperado abrazo por ambos. El besó su frente a la vez que ella cerraba sus grandes ojos verdes. De repente ella levantó su cabeza, sus miradas se entrelazaron dejando ver la gran compenetración que había entre ambos. En ese instante el tiempo para ellos se paró. No existía. Entonces ella le sonrió con simpatía sin apartar la mirada de sus preciosos ojos marrones, él sonrió inconscientemente y puso su mano en la delicada mejilla de ella. Poco a poco acercaron sus rostros como si una fuerza hiciese que se aproximasen, una fuerza únicamente existente entre ellos dos. Sus labios se rozaron despacio. Con lentitud comenzaron a fundirse en un profundo beso, lleno de sentimientos. Sentimientos tan fuertes que hacen que sean uno solo. Ella llevó sus manos hacía el pelo de él, enredando ahí sus dedos, jugando con uno de sus pequeños mechones. Él en cambio posó sus manos en la cintura de ella, pegándola a él, aferrándose a ella para así no separarse jamás y hacer que ese momento fuese eterno.
                                                                SaraHdez.

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